lunes, 7 de junio de 2010
Día del Periodista
Salutación
Algunos dijeron, que el periodismo es una de las profesiones más peligrosas. El cronista de guerra, se juega la vida a cada instante, para que la gente vea el reflejo de un conflicto bélico en una crónica, en una imagen. Y muchos colegas, se exponen a diario en hechos de violencia, para cubrir las noticias en el día a día. Hay aún medios y comunicadores sociales, que ven peligrar sus fuentes de trabajo, en aquellos países en los que la libertad de expresión, solo es una utopía.
Pero todos, en cada lugar de trabajo, sin importar diplomas obtenidos, ni premios recibidos, ni nación, ni edad, ni raza, ni género, ni idioma, ni religión, ni convicciones, elevamos nuestras voces para que se nos permita trabajar en paz, sin agresiones, ni ofensas, con la certeza de que nuestro compromiso con la sociedad, será respetado y valorado, sea cual fuere el medio para el que trabajemos.
Con el permanente recuerdo de Mariano Moreno que dignificó la profesión, les deseo a todos un Feliz Día del periodista, porque también anhelamos vivir cada jornada, en una sociedad más justa, libre, soberana y solidaria, para fortalecer la democracia y las instituciones.
María Evelia Pérez Nicotra
Analisisperiodistico2010@gmail.com
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Una mirada al pensamiento de Mariano Moreno
Mariano Moreno, nació en Buenos Aires, el 23 de septiembre de 1778 y murió en alta mar el 4 de marzo de 1811.
Fue abogado, periodista y político de las Provincias Unidas del Río de la Plata, como se la denominaba a la actual República Argentina
Tuvo una participación destacable en los hechos que condujeron a la revolución de Mayo y una actuación determinante como secretario de la Primera Junta.
Destacamos que entre importantes acciones, fundó y dirigió la”Gazeta de Buenos Aires”, el periódico oficial, desde el cual publicó sus ideas. Entre ellos, un decreto de libertad de prensa según el cual se podía publicar por la prensa cualquier cosa que no ofendiera la moral pública, ni atacara a la Revolución ni al gobierno
Una de las obras que tradujo fue el libro “El Contrato Social” de Rousseau. Dedicó varios años a traducir la obra de éste, pero sólo la editó en 1810 en La Gaceta..
Esta extensa nota, muestra el pensamiento de Mariano Moreno, que deseo compartir con mis colegas y lectores. Fue publicado en la "Gaceta de Buenos Aires", del 21 de Junio de 1810
SOBRE LA LIBERTAD DE ESCRIBIR
Por Mariano Moreno
Si el hombre no hubiera sido constantemente combatido por las preocupaciones y los errores, y si un millón de causas que se han sucedido sin cesar, no hubiesen grabado en él una multitud de conocimientos y de absurdos, no veríamos, en lugar de aquella celeste y majestuosa simplicidad que el autor de la naturaleza le imprimió, el deforme contraste de la pasión que crece que razona cuando el entendimiento esté en delirio. Consúltese la historia de todos los tiempos, y no se hallará en ella otra cosa más que desórdenes de la razón, y preocupaciones vergonzozas. ¡Qué de monstruosos errores no han adoptado las naciones como axiomas infalibles, cuando se han dejado arrastrar del torrente de una preocupación sin examen, y de una costumbre siempre ciega, partidaria de las más erróneas máximas, si ha tenido por garantes la sanción de los tiempos y el abrigo de la opinión común! En todo tiempo ha sido el hombre el juguete y el ludibrio de los que han tenido interés en burlarse y de su sencilla simplicidad. Horroroso cuadro, que ha hecho dudar a los filósofos, si había nacido sólo para ser la presa del error y la mentira o si por una inversión de sus preciosas facultades se hallaba inevitablemente sujeto a la degradación en que el embrutecimiento entra a ocupar el lugar del raciocinio.
¡Levante el dedo el pueblo que no tenga que llorar hasta ahora un cúmulo de adoptados errores y preocupaciones ciegas, que viven con el resto de sus individuos; y que exentas de la decrepitud de aquéllos, no se satisfacen con acompañar al hombre hasta el sepulcro, sino que retroceden también hasta las generaciones nacientes para causar en ellas igual cúmulo de males!
En vista de esto, pues, ¿no sería la obra más acepta a la humanidad, porque la pondría a cubierto de la opresora esclavitud de sus preocupaciones, el dar ensanche y libertad a los escritores públicos para que las atacasen a viva fuerza, y sin compasión alguna? Así debería ser, seguramente; pero la triste experiencia de los crueles padecimientos que han sufrido cuantos han intentado combatirlas, nos arguye la casi imposibilidad de ejecutarlo. Sócrates, Platón, Diágoras, Anaxágoras, Virgilio, Galileo, Descartes, y otra porción de sabios que intentaron hacer de algún modo la felicidad de sus compatriotas, iniciándolos en las luces y conocimientos útiles y descubriendo sus errores, fueron víctimas del furor con que se persigue la verdad.
¿Será posible que se haya de desterrar del universo, un bien que haría sus mayores delicias si se alentase y se supiese proteger? ¿Por qué no le ha de ser permitido al hombre el combatir las preocupaciones populares que tanto influyen, no sólo en la tranquilidad, sino también en la felicidad de su existencia miserable? ¿Por qué se le ha de poner una mordaza al que intenta combatirlas, y se ha de poner un entredicho formidable al pensamiento, encadenándole de un modo que se equivoque con la desdichada suerte que arrastra el esclavo entre sus cadenas opresoras?
Desengañémonos, al fin, que los pueblos yacerán en el embrutecimiento más vergonzozo, si no se da una absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión, y a las determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto. Los pueblos correrán de error en error, y de preocupación en preocupación, y harán la desdicha de su existencia presente y sucesiva. No se adelantarán las artes, ni los conocimientos útiles, porque no teniendo libertad el pensamiento, se seguirán respetando los absurdos que han consagrado nuestros padres, y han autorizado el tiempo y la costumbre.
Seamos, una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opiniones, tengamos menos amor propio; dése acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impunemente el mérito y la virtud, porque hablando por el mismo su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que indignamente osasen atacarles.
La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo; si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina, su miseria.
Imagen:
Mariano Moreno, según la concepción de Adolfo Carranza y Pedro Subercaseaux Errázuriz
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