martes, 15 de junio de 2010
Anticipos del blog y “en nombre de la literatura”
Al mejor estilo de “los unos y los otros”...y los de más allá también, me agradó el envío de la joven escritora puntana Malka Bentivegna y lo sumo a los textos para compartir.
En este caso, mencionando a un escritor del que nada sabía hasta ahora. Lo leí más de una vez y está bueno para ser analizado en especial, por los que recién empiezan a transitar por este apasionante mundo de la literatura.
Lo que se viene
A prepararse...estamos organizando material para homenajear gente de la cultura, tales como Poldy Bird que ya tiene su nuevo libro en las góndolas de las mejores librerías.
También recopilo textos para recordar al más valioso fotógrafo de San Luis, don José La Vía, que escribió la historia provincial con imágenes,
A los escritores Jerónimo Castillo, Gustavo Romero Borri, Amalia Arellano, León Benarós y la inolvidable Berta Elena Vidal de Battini, entre otros.
Hoy, compartiré con ustedes este valioso texto...
...En nombre de la literatura. Por la ruta de los creadores
A veces en nombre de la literatura se esconden algunos patitos feos o lobos draculescos o seres atormentados que no han encontrado aún su propia tumba en vida. La literatura no es pose, es creación; la literatura no es repetición paporretera ni una pira de palabrejas desconexas, es polisémicamente plural, recreadora y diversa, es huracán que contagia y arrastra hacia praderas sublimemente edificantes.
.
Por Nicolás Hidrogo Navarro*
"Sospecha de un escritor cuando escriba o declare con sonrisa de puro contento, seguro que ese debe ser otro cuento más de sus cuentos."
La vida del escritor suele estar barnizada de escandalizada excentricidad, de insuflaciones endiosadas y vanidades egolátricas o de paupérrimas tragicomedias cotidianas de un ser solitario que busca sus compensaciones ficticias amatorias en el papel, cuando no lo logra jamás en la práctica. Construye mundos ficticios que él jamás no logra habitar, elucubra personajes ideales que él jamás lograr encarnar, metaforicea sentimientos que son productos más de despechos y amagado platonismo que de experiencias reales y victorias consumadas sólo en su imaginación.
En el terreno pedagógico, la selección de un autor literario curricularmente, para ser de lectura obligatoria por escolares, pasa por un doble tamiz en los carteles de las programaciones: el sentido trascendente paradigmático de la obra (estética, lingüística, axiológica y formativa); y, en menor grado, la imagen del creador. Cuando esta imagen resulta deteriorada por la crítica social e histórica, se suele barnizarla hasta ocultar sus elementos negativizados para darle sólo un marco anecdótico en el contexto del proceso enseñanza-aprendizaje.
¿Qué invita y motiva a los creadores a escribir?, ¿La excesiva felicidad?, ¿La suficiente vida muelle?, ¿El pletórico contento y regocijo cotidiano que no cabe en él? ¿Sus abultadas cuentas bancarias? Indudablemente, el auténtico escritor - no aquel farandulero o hijo cotidiano del marketing o de fintosa pose o del que se hecha flores así mismo y se alucina un Zeus en su burbuja de jabón pepita- le falta todo aquello, pero le sobra soledad, tiempo y ganas de plasmar todo en el papel lo que no pudo en su vida real.
La ruta del quehacer literario no sólo se ha vuelto un camino sinuoso y solitario por el hecho mismo de los escasos espectadores que ven a los flacos rocinantes de los textos caminar por la extensa estepa de la indiferencia lectora y la pobreza misma de la compresión de lo que leen. La escuela y el Plan Lector, sólo son nominalistas y letra muerta de buenas intenciones estampados en el papel. Los 12 libros al año exigidos como requisito de exigencias a los escolares peruanos, se han convertido en una utopía intelectualista, pedagógica y metodológica y en pregón de capacitación sin eco ni constataciones. Aprender a leer/comprender y a escribir/textos es más que una simple aventura curricular o una exigencia por decreto directoral, es quizá el reto más grande que la pedagogía peruana y universal posee actualmente. Se enseña a leer grafemas, pero no a comprenderlas; se enseña qué y cómo es el texto, pero no a producirlo o recrearlo y valorarlo. No basta enseñar a tildar, a hacer indagaciones semantistas de términos oscuros, sinonimear, subrayar palabras o esquematizar lecturas en organizadores visuales, es necesario comprenderlas, valorarlas y recrearlas hasta alcanzar el ejercicio supremo de la creación por implícito proceso metacognitivo.
Pero qué hay detrás de las bellezas estéticas de un poema, cuento o novela u obra de teatro ¿representa él y su mundo lo que presenta? ¿es equiparable su discurso estético de su discurso ideo-social? Disociadamente autor y obra siempre se han querido separar para justificar un punto flaco. Pero, como la cara de una misma moneda, la obra puede ser el reflejo equidistante o el perfecto señuelo embaucador del que dice pero no hace, del que pregona lo que no es, del que pide lo que no da, del que vende sebo de culebra por aceite de garrapatas.
La literatura -al igual que sus productos estéticos- puede ser una sublime actividad, una supliciente actitud dolorosa o un errático modo de pervertir y macular el mundo de jirones alados de abstrucciones ininteligibles. El acto de escribir no sólo es una aventura escabrosa de crear con soporífico dolor en el espinazo en una madrugada gris, sino un acto supremo de libertad absoluta para escribir con esmerada creatividad y con leónida terquedad y valentía. Se puede cautivar a un público diáfano y acaramelado con englucosados poemas o invitarlo a la febril pasión de meterse a otro mundo posible de una novela o levantar adrenalina pura en un cuento a lo cien metros planos, pero todos exigen del creador un arrebato de excentricidad y novedad recreadoras.
El quehacer literario no sólo está desacreditado por las irresponsabilidades y discolidades de algunos poetas borrachines, marihuaneros y raros, algunas actitudes contraculturales y antisociales de otros y la ruptura olímpica de algunos poetas que se treparon imaginariamente a su torre de marfil y cortaron puentes con sus lectores por sus poses divescas, así como la equivocada idea que para ser creador hay que ser un apologético drogadicto o un camuflado pedófilo o reprimido sexual que utiliza de cortina la literatura para justificar su desordenada e insípida existencia.
El quehacer literario no puede estar desligado de nuestras actitudes, de nuestra propia vida. No podemos ir por el mundo creando versos postizos con mucho sonido, rima, ritmo, pero carentes de alma. La literatura tiene que ser sentida y no fingida, tiene que ser un proceso congruente entre lo que se dice y se hace, entre lo que subliminalmente se aspira. Atrás quedó ese encubridor pregón y el seudo espíritu de cuerpo cófrade, que baste que se sea un buen poeta y no interesa si es un sexópata, un degenerado drogadicto -que no contento con no reconocer su enfermedad hace apología de su decadente adicción-, un misógino contracultural o un desgraciado que mortifica a todo el mundo y que busque arrastrar a los demás hacia su propia podredumbre. La literatura es un canto de vida, pero también es un acto pedagógico, es un hecho social, es un proceso comunicacional, es el sol de medianoche y la primavera copulando en pleno invierno y es también un acto supremo de humanización y hominización. Nítidamente en la literatura se hace necesaria la congruencia entre la belleza poética y la belleza y originalidad del poeta.
La literatura no sólo cumple una función estética, comunicativa, catárquica, afectiva, intelectual, lúdica, metatextual, motora, sino también generar códigos éticos y morales transformacionales para hacer del hombre un ser menos estupidizado, ignaro y despiadado. Escribir es un acto de responsabilidad y de compromiso consigo mismo y con los demás. Esos viejos mitos decadentes que la literatura es hacer y decir cualquier estulticia sin importar los efectos colaterales, sin interesar las formas grotescas ni tener un conocimiento pleno de la estética, han quedado relegados en la propia marginalidad, soledad y fracaso de los que quisieron hacer de la literatura su ventanilla de escapismo egocéntrico y un pedazo de papel higiénico. Hasta para ser transgresor e innovador descollante y genial, es necesario tener pleno conocimiento de lo que queremos oponernos para superarlo. Ser subversivo literario implica haber comprendido la futilidad de lo demás por los medios positivistas del conocimiento lingüístico, estético y hermenéutico, no saberlo es ser sólo un simple ramplón testarudo y malcriado, un rebelde sin causa, un pedante patán.
En el terreno literario lambayecano estos alegatos y reflexiones en primera persona omnisciente, no resultan lejanos y a pesar que nuestra literatura regional se encuentra empobrecida representativa y metodológicamente, circunscrita a solo cinco autores - Enrique López Albújar, Mario Puga Imaña, Andrés Díaz, Núñez, Nicanor de la Fuente Sifuentes, Alfredo José Delgado Bravo, los tres primeros novelistas predominantemente y los dos siguientes poetas- de estudio más biográfico que analítico en sus obras, quedan latentes las díscolas y miniaturizadas vidas de un Emiliano Niño Pastor (motupano), José Eufemio Lora y Lora (chiclayano), Manuel Orlando Uceda Campos (monsefuano), Víctor Hugo Parraguez (ferreñafano), que reclaman en vida o póstumamente un lugar en la historiografía literaria lambayecana.
Sí en, nombre de la literatura se pueden aquilatar los más empáticos poemas que nos atrapan en su soporífera pasión, o novelas que nos trasladen a mundo oníricos a cabalgar por raras y menos tormentosas que la que llevamos a diario a cuestas, pero tras bambalinas existe todo un universo putrefacto de debilidades humanas, de traiciones, mentiras, plagios, arribismos, celos, mezquindades, figuretismos, endiosamientos fatuos, repeticiones, plagios, envanecimientos nimios.
El mundo del escritor es más que un libro o la biblioteca de ellos o sus edulcoradas declaraciones o sus comprometidas posiciones socialistoides o sus buenas intenciones estéticas o sus desequilibrantes morfosintácticos versos o sus perfectas y sorprendentes estructuras narratológicas. El mundo del escritor es una novela poco contada.
El mundo del profesor de Lengua y Literatura es un ejercicio rutinario, empalagoso, monótono y casi memorioso, aturdizante y masoquistamente atemorizador por sus reglas inflexibles, enseñamos el funcionamiento y el qué del lenguaje; y, repetimos textualmente, con o sin paráfrasis, lo que la obra dice en sí. He allí el fracaso inmenso y la masiva estafa que los profesores de Comunicación Integral del Perú entero han hecho a toda una generación, desconectándola de la realidad y contextualizada del autor, la obra, el tiempo y su evolución diacrónica, entorpeciéndola con métodos trasplantados de otras realidades que como correlato, ergo, los bajos niveles de comprensión lectora y la casi nula actividad creadora y productora de textos, de niños y jóvenes de colegios y hasta de universidades y pedagógicos: perfectos usuarios empíricos linguales, pero ágrafos creativos.
Nuestra gloria literaria con Vallejo, Chocano, Arguedas, Alegría, Eguren, Palma, Salaverry y Vargas Llosa, -no cito a Bryce por ser un sinvergüenza y caradura plagiador-, de ninguna manera puede servir de tonto consuelo y justificación para ocultar esa tremenda derrota pedagógica y del sistema educativo peruano de ser huérfanos y furgón de cola en comprensión lectora.
En nombre de la literatura, encerremos esos viejos métodos perniciosos en el close de la bisabuela; sepultemos y enjuiciemos esas caducas prácticas de vidas perdularias y díscolas de los creadores y reemplacemos a todos los profesores de Lengua y Literatura del sistema educativo peruano y quizá así pueda cambiar las tres cuartas partes de lo que es nuestra educación hoy.
* Peruano. Docente de Lengua y Literatura.
-------------------------------------------------------------------------------
Agregamos este texto, del mismo autor, por los excelentes conceptos vertidos en el blog: http://revistaliterariaazularte.blogspot.com, aunque su terminología, no resulte muy usual en Argentina. Está acompañado de una buena dosis de humor. Esta, es también una manera de enriquecer nuestro lenguaje
Nueve mitos o verdades torcidas sobre el quehacer de algunos escribidores
Por Nicolás Hidrogo Navarro
El quehacer literario no sólo está lleno de tics poseros valdelomarianos, noias sicalípticas, perturbaciones de personalidad poenianas, alucinadas hendrixianas, loquitos metafóricos, peleas fratricidas, celos confesionales, sino fundamentalmente llena de mitos o creencias urbanas que se socializan y generan condicionamiento paradigmático en las nuevas horneadas literarias, que a veces la creen muy bien. Como vivo metido entre locos, frecuentando y haciendo migas y abiertas oposiciones a descarrilados o renglones torcidos desde hace diecinueve años - y por supuesto yo estoy más loco de remate que al principio, que cuando escribía en solitario en mi cuchitril de estudiante universitario- he logrado sacar algunas lecciones y conclusiones equivocadas de gente vinculada al quehacer literario, tan orate como yo. Esto no hace bien ni educativa ni motivacionalmente para las nuevas generaciones literarias. Lo perturba, daña, macula, enseba la imagen y la hace más marginal y olvidada de lo que está la actividad creadora, por dentro y hacia fuera.
1.- PARA SER POETA O ESCRITOR DE LOS BUENAZOS, hay que ser borrachín y tomar harto licor, por lo menos dos veces por semanas en amanecidas públicas, es un sello de clase, te da caché, te diferencia de los demás mortales o de los escritores pitucos. Buenos ejemplos de ellos son Edgar Allan Poe, Rubén Darío, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Ernest Hemingway, etc.
2.- PARA SER POETA O ESCRITOR ORIGINAL, no debes contaminarte leyendo a nadie, pueden influir en ti y no ser tú mismo. Hay que ser un escritor silvestre sin ninguna lectura, porque así uno puede innovar e inventar lo no inventado y tener tu estilo propio.
3.- PARA SER POETA O ESCRITOR FANTÀSTICO, hay que meterse una cañoneada de marihuana moño rojo o un burro cofradal de treinta centímetros, porque allí ves otros mundos que el común de los escritores de a pie, no logran ver. Es bueno ser sicodélico, porque la literatura es fantasía, creatividad, alucinación y "mucho vuelo imaginativo".
4.- PARA SER POETA O ESCRITOR DE NIVEL, hay que estudiar en una universidad Literatura o equivalente o convalidable -profesor de Lengua y Literatura o periodismo-, porque eso te da las bases del conocimiento lingüístico y estético y así puedes escribir conscientemente, sin ser un improvisado ni un escritor chabacano que no sabe lo que escribe ni explicar lo que hace. La universidad te enseña a ser escritor.
5.- PARA SER POETA O ESCRITOR IN-REDUNDANTE Y MUY FLORIDO, es necesario que te sepas de memoria el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española , eso te da los insumos categoriales para que tengas mucha sinonimia, antonimia y tu obra no sea sosa ni pobre lexicalmente.
6.- PARA SER POETA O ESCRITOR PRECOZ, no debes empezar por las plaquetitas ni cosas chiquitas que se pierden en la papelera del baño, lánzate publicando libros sin darle a leer a nadie antes, desde la temprana edad, pídele a tu papi o mamita para publicar y zaas ya eres poeta o narrador. Ser poeta o narrador es cuestión de plata y publicación y marketing.
7.- PARA SER POETA O ESCRITOR DE RESPETO, empieza haciéndote el divo, no saludes a nadie, traza un circulo a tu alrededor a lo coronel Aureliano Buendía, no regales tu autógrafo a cualquiera, levanta la nariz al cielo, viste como un dandy, ponte una gorrita como Neruda, achina los ojos y encabrita tu nariz cada vez que pases por la calle y te miren. Levanta suave y displicente tu dedito pontificial, haz mucha finta y no te reúnas con la chusma, frecuenta círculos selectos y échate cada atardecer medio litro de colonia que cueste de cien nuevos soles para arriba.
8.- PARA SER POETA O ESCRITOR DE IMPACTO, escribe fuerte, con mucha coprolalia y sólo de temas relevantes o nacionales, mira más allá de tu pueblucho, sé light y global, tómate fotos con los consagrados y mételo en las notas sociales tantas veces puedas. Báñate de cuando en cuando e intenta ser rarito, no intentes parecerte a nadie y haz que te sigan o te rodee mucha gente, para que sepan que eres importante. Viste folklóricamente, habla raro, imita la pose de Vallejo cada vez que intenten tomarte una foto, así te haces notar que eres escritor. Sé patán y no dejes hablar a los demás en las conversaciones, así sabrán que eres un zahorí sabelotodo., por lo tanto el mejor de toda la comarca.
9.- PARA SER POETA O ESCRITOR POPULAR, vende tu imagen por periódico, revista, la tele, - los publicherrys los puedes obtener invitando una comida en tu casa o una huascas al editor del suplemento periodístico o pagando entre cien y trescientos nuevos soles. Ser escritor es inversión. Asiste a cuanto encuentro se convoque -no importa que sea el único evento al año al que asistas-, hazte un lugar de ponente o comentarista o hazte un blog y empieza a cartearte sólo con los consagrados. Hazte amigo o compadre de los que están de moda y diles que les puedes hacer su prólogo, que no importa que lo haces gratis o hasta le puedes pagar por hacer tal cosa, pero que por favor te dejen figurar en su libro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario